miércoles, 23 de abril de 2025

EL PROBLEMA ÉTICO EN KANT

Kant propone, frente a las éticas materiales que le han precedido, una ética formal, vacía de contenido, que en vez de articularse en imperativos hipotéticos -eficaces para producir un resultado-, establece un criterio de acción expresado en el imperativo categórico: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. Por ello la moralidad de una acción se establece “a priori” según las condiciones de universalidad y necesidad que regulan la construcción del conocimiento científico. Es el sujeto moral quien, en cada situación concreta, debe dar contenido a este criterio, vacío de suyo.

La ética que propone Kant se basa en el concepto del DEBER, que emana directamente de la RAZÓN de que está dotado todo hombre: es nuestra razón quien nos indica qué es lo adecuado a cada situación.

Kant distingue tres tipos de acciones:

- Contrarias al deber: un alumno que copia en un examen.

- Conforme al deber por interés: un alumno que no copia (pero no lo hace porque cree que le descubrirían)

- Conforme al deber por respeto al deber mismo: un alumno que no copia porque NO DEBE hacerlo.

Puesto que toda acción guiada por el interés carece de valor moral, solamente la última acción apuntada es moralmente buena: no se persigue ningún fin distinto del cumplimiento de lo correcto. Es ese móvil de la acción la que determina su moralidad.

Kant aspira a establecer una ética de validez universal, una ley moral que se construya bajo las mismas características con que la razón enuncia las leyes científicas: universalidad y necesidad. Por ello, en vez de construir un código de mandatos y prohibiciones, se limita a enunciar un criterio racional de conducta.

Kant afirma que este "imperativo categórico" fundamenta el valor de la persona, sujeto moral dotado de razón y que actúa por respeto a la razón, cualidad esencial del ser humano. Por ello propone una segunda formulación del "imperativo categórico", que sería: "Obra de tal manera que te tomes a tí y a los demás hombres siempre como fin, y nunca como un medio". Ser medio, instrumento, para alguna utilidad es lo propio de las cosas, dotadas de un valor relativo, pero en el hombre se da un valor absoluto que no puede subordinarse a ningún otro. El hombre, ser racional, es un fin en sí mismo.

Una ética de esta naturaleza busca establecer una buena voluntad autónoma, que actúa sin interés ni motivación por puro cumplimiento del deber, excluyendo todo criterio empírico.

Por otra parte, toda ética da por sobreentendida la libertad de elección del sujeto moral. Por ello, la libertad es el postulado más evidente de la vida moral. "Postulado" es un principio que debemos admitir por la fuerza con que se nos impone, pero que no admite demostración (no es un atributo, no forma parte de mi representación de cosa alguna, por lo que no amplia mi conocimiento). Los tres postulados básicos de la vida moral son la libertad humana, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios, realidades que no tienen carácter de "fenómenos", sino de "noúmenos".

La libertad, por ejemplo, es una "cosa en sí", algo cuyo conocimiento quedaba rechazado por la "Crítica de la razón pura". No se la puede abordar a nivel teórico, sabemos que existe, pero no lo que es. En definitiva, no tenemos conocimiento de una realidad de la que, en cambio, no podemos dudar, puesto que sin suponer su existencia no podría darse el hecho moral.

La inmortalidad del alma, segundo "postulado de la razón práctica", indudable pero indemostrable, viene exigida por el hecho de que la acción moral persigue un fin (la perfección) que no puede alcanzar en el término de una existencia limitada, sino que requiere de un tiempo infinito.

En cuanto a Dios, la originalidad del modo en que Kant lo presenta radica en que no lo concibe como un legislador o juez, sino como un referente moral, un agente en el que el "ser" y el "deber ser" se identifican, lo que no deja de recordarnos el mandato evangélico "Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto".

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